Estamos en una época del año en la que el frío hace acto de presencia, especialmente en las primeras horas del día, donde podemos llegar a temperaturas bajo cero.
Soportemos mejor el frío o no, todos hemos vivido alguna vez esa reacción en la que los dientes comienzan a castañear de forma involuntaria. ¿Por qué?
El cuerpo tiene este tipo de respuestas ante los estímulos externos con el objetivo de que órganos internos no se vean dañados. El origen llega desde unos sensores distribuidos por la piel que se encargan de captar la temperatura ambiente y la transmiten al hipotálamo creando una conexión con la temperatura temporal.
Las rápidas contracciones que derivan en el castañeo a cargo de los músculos de la mandíbula, mejoran la circulación de la sangre y calientan el cuerpo, aumentando también la frecuencia cardiaca.
Cabe recordar que además del frío, la fiebre o una situación de estrés y miedo pueden generar un castañeo en el que los dientes pueden chocar entre si alrededor de 240 a 260 veces por minuto.